Desde el inicio del confinamiento he pasado el 100% de la formación que imparto a online con excelentes resultados de los que luego hablaré. Por supuesto, no fue una decisión voluntaria sino consecuencia directa de la medida impuesta por el estado de alarma que ha obligado a suspender toda actividad de formación presencial durante la pandemia por el COVID19.
Para quienes tenemos personas de riesgo en nuestro entorno más cotidiano, la medida supuso un alivio ya que daba cobertura legal a nuestra necesidad de protección durante la alerta sanitaria, poniendo a salvo nuestra salud y la de nuestros familiares, así como la de nuestro alumnado y sus familias. Aquel Decreto Ley nos descargaba de la enorme responsabilidad de ser agentes de transmisión del virus, que dejaba de recaer únicamente sobre nuestros hombros, para ser compartida por el Estado. Algunas personas tuvimos, además, la inmensa suerte de que contar con socios de negocio como #Oxinity que entendieron enseguida el alcance y profundidad del problema e impulsaron una campaña incansable para convencer de la necesidad del cambio de modelo antes incluso de que fuera requisito legal.
Ahora que la desescalada es un hecho y que parece que el virus empieza a remitir, empezamos a recibir más o menos abiertamente peticiones para volver a las clases presenciales como parte de la #nueva normalidad a la que deseamos llegar lo antes posible. Esta nueva normalidad, no obstante, requiere el uso de mascarillas, un distanciamiento social mínimo de 2 metros y excepcionales medidas de desinfección en el ámbito laboral. Cabe preguntarse pues, qué puede aportar de especial una formación presencial que debe desarrollarse en estas condiciones. Es decir, ¿de qué estamos hablando realmente cuando nos piden volver a la formación presencial?. Pongámonos en la situación real de tener que enseñar a distinguir la B de la V, la S de la SH, por no hablar de las vocales, con una mascarilla puesta. Bastante complicada es ya de por sí la fonética inglesa como para tener que aprenderla a ciegas, sin acceso a información visual tan básica. Como este, otros interrogantes son posibles: ¿podemos garantizar el distanciamiento social con niños y niñas pequeños? ¿pueden garantizar las familias las excepcionales medidas de limpieza y desinfección exigidas? Difícilmente, creo yo.
Lo que sí conocemos ya son las bondades que nos ha traído la formación online, que también a mí me han parecido sorprendentes. A pesar de haber realizado mucha formación por teleconferencia con anterioridad, lo cierto es que solo ahora soy consciente de las grandes ventajas que ofrece la #teleformación. Las clases online nos permiten ahorrar el tiempo de transporte e invertirlo en la preparación de las clases, alumnado y profesorado aprovechamos el 100% de la hora o media hora lectiva y, en general, hemos mejorado el ritmo de las clases y la necesidad de un buen cierre para cada sesión formativa. Estas ventajas las conoce también el alumnado y sabemos que cuando deje de ser obligatoria, gran parte de ellos y ellas prefieran quedarse en la formación online. Sin embargo, mientras sigan en vigor las medidas excepcionales para evitar los contagios por el virus, no debería siquiera plantearse la vuelta a lo presencial. No tiene ningún sentido.
(1) https://boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2020-3692