Es imposible no aprender. ¿Conocen a alguien que no haya aprendido a hablar una lengua? El aprendizaje de lenguas está codificado en nuestro ADN, sin embargo hay muchos factores que lo identifican con experiencias que varían desde absolutamente natural y placentero a aburrido, difícil y hasta traumático.
Decimos los adultos que los niños aprenden más rápido, que nos superan en nuestra capacidad de absorber conocimiento, pero ¿realmente es así?
Aprender es la capacidad de hacer preguntas. Cuando realmente nos interesamos por algo no se produce la necesidad de estudiar, sino que estamos absorbiendo un conocimiento que, sin esa curiosidad, se nos antojaría vacuo y aburrido. Cuando estamos realmente interesados queremos saber más, ir más lejos, formular preguntas y buscar sus respuestas sin tener que “hincar codos”.
Una labor muy importante de los docentes, infinitamente más importante que plantearse exámenes y pruebas de evaluación, es precisamente situar al alumno en el área del interés.
Niñez, adolescencia, edad adulta. No se trata de especies diferentes con capacidades de aprendizaje diferentes, sino de etapas vitales del ser humano en las que adquirimos y afianzamos nuestras capacidades de aprendizaje. Al crecer no se pierde capacidad o curiosidad por aprender. Más bien lo contrario: desarrollamos más habilidades de asociación, concentración y relación, que nos ayudan a aprender mejor.
Un niño muestra interés por todo lo que lo rodea. Depende de cómo enfoquemos su capacidad de aprendizaje querrá saber más o rechazará el conocimiento por su formato poco atractivo o falto de propósito. Aprender para comunicarse y ser capaz de expresar ideas y sensaciones es interesante y estimulante. Tener que estudiar para aprobar un examen puede ser todo lo contrario.
El 90% de las clases de inglés están hechas para no interesar nada. Rellenar espacios en blanco, estudiar listas de verbos irregulares, aprenderse de memoria el vocabulario del examen… ¿Dónde está el placer de usar el idioma como algo vivo y vibrante que es?
El 90% de los libros de texto también están hechos para no interesar nada. ¿Acaso conservas algún libro de texto porque lo encontraste apasionado en su momento?
Si de objetivos se tratara, veamos cómo una desviación de lo esencial puede llevarnos a una u otra experiencia de aprendizaje.
Nos han vendido la idea de que para demostrar que hablas un idioma necesitas pagar por un certificado. Así pues, la consecución de este objetivo te lleva a plantearte prepararte para el examen de certificación. Un examen sirve para demostrar que sabes una lengua mediante cierto formato preestablecido, es decir, una técnica que tiene una pauta concreta que has de conocer. Pero al plantearnos aprobar un examen muchas veces nos olvidamos que es mero medio para demostrar conocimientos y lo convertimos en un fin. Nos aprendemos de memoria la grafía de las palabras y acabamos pronunciándolas mal. Estudiamos la traducción de los phrasal verbs y no sabemos usarlos en un discurso espontáneo. Al final conseguimos aprobar el examen, pero hablamos mal, ni entendemos el discurso nativo, ni se nos entiende. Sacamos nota pero no tenemos competencias. Tenemos el título, pero no hablamos inglés.
Cuando situamos nuestro objetivo en aprobar un examen estudiamos para memorizar y esto lleva a resultados tan poco deseables como mala pronunciación, pocas destrezas comunicativas y experiencias traumáticas de aprendizaje.
¿Puedes aprobar un examen y no hablar inglés? Por desgracia, sí.
¿Puedes hablar inglés y no aprobar un examen? Decididamente no. Aunque no conozcas el formato del examen, aunque no hayas estudiado ni un minuto, si sabes hablar inglés aprobarás cualquier examen. Que lo hagas o no con la mejor nota de la que eres capaz sí depende de si te preparas o no, pero sí aprobarás, te lo hayas mirado o no.
Cuando situamos nuestro objetivo en aprender a hablar un idioma, seremos capaces de aprobar cualquier examen, entrevista y presentación que nos pongan delante.
La diferencia entre los modelos de aprendizaje está en si te sitúan o no en el área del interés, si te enganchan o no para querer saber más, no sentir que estás estudiando y sacudirse el miedo a comunicarte.
El educador siempre tiene que buscar el interés del alumno. Si lo consigue, éste aprende. Si no lo consigue, no aprende y se autoconvence de que tiene que estudiar para aprobar el examen o sencillamente que no se le da bien el inglés.
Nuestra edad es irrelevante para aprender inglés. Podemos hacerlo y bien en cualquier momento vital. Lo que sí impronta es qué experiencia docente vamos a escoger y qué sistema nos va a despertar el interés por aprender.
Cuando aprendes desde el área del interés, aprendes rápido. ¡Es fácil!